Dejé todo por la música, la siento y creo que es difícil vivir sin ella. Me inicié en la academia Santa Cruz infantil, que formó Roland Schlieder, y desde ese instante mi vida cambió. Tocar el violín es transportarse a ese mundo mágico de la música”, comentó María René Araníbar, que habla con tanta pasión sobre las metas que tiene planeadas para el futuro, entre las que se encuentra continuar desarrollándose en este arte hasta interpretar música clásica barroca y combinarla con moderna.
Dentro de sus experiencias está haber participado en un concierto de la cantata en la plaza 24 de Septiembre para todo el público que se dio cita en el lugar y, por otro lado, la experiencia inolvidable en la Chiquitania cuando tocó con la Orquesta de Bellas Artes
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