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Friday, January 27, 2017
La trotamundos Sandra Peña trae la mística andina a Tía Ñola
Pekín. 2012. De lejos se ve cómo Icha ya dejó de serlo para convertirse en Sandra Peña. El público está excitado. Pronto la rodean, le palpan varias veces el brazo y dicen: “Nepal, Nepal”. “¿Qué?”, responde ella. Y añade: “¡Nooo! ¡Bolivia!”. Los chinos se sorprenden: “¿Bolivia?...”, piensan y reaccionan: “¡Ahhh... Bolivia!”. Y asientan con la cabeza.
Lo que pasó es que aquella vez los asiáticos quedaron inmutados ante la representación de Sandra y es por eso que llegaron a relacionar la cultura andina con la nepalí. Tuvieron que acercarse hasta ella para tocarla y descubrir de dónde realmente provenía Icha.
A miles de kilómetros de allí, Y yo, en medio de esto, ¿quién era? vuelve a sus raíces. Emergerá esta noche y mañana en el snack Tía Ñola (calle Ñuflo de Chávez # 88), a las 20:30. Y con ella, retorna la mística.
Viajando, viajando...
Se acomoda. Respira. Acaba de llegar de otra ciudad también caliente y húmeda. Barranquilla es su hogar, pero pronto ya no lo será más. Y es que Sandra Peña se ha convertido en toda una trotamundos. En 14 años vivió y llevó su arte a varios escenarios de Francia, México, China, Argentina y, ahora, Colombia.
Cada vez tiene que empezar desde cero. Ya su mente y su cuerpo se acostumbraron a ello. Eso no la fastidia. Dice que le ayuda a encontrarse consigo misma. Está feliz y agradecida con la vida. Después de haber visto pasar 54 primaveras, siente que no está completa.
¿Cómo es eso? Cree que el ser humano necesita nutrirse de lo que le ofrece la naturaleza. Y eso lo fue haciendo en cada escenario y en cada experiencia.
EUROPA, ASIA, AMÉRICA...
Cahors. 2003. Hace frío. Toda Francia está sumergida en hielo. La nostalgia se quiere apoderar de Sandra. Ella no se deja. Decide practicar yoga y así encuentra un escape, una forma para fusionar su cuerpo con su espíritu. Cuando entiende que la vida es una ruleta rusa, comienza a encontrar su camino. Porque hoy puede estar en Toulouse comiendo un fondue de queso y mañana en Ciudad de México, degustando un taco.
Cuando supo cómo adaptarse a los distintos mundos, empezó a hacer teatro. En Francia vivió cinco años. Presentó Piedra del Sol, del mexicano Octavio Paz y Con amor mueres, del boliviano Jaime Sáenz. Después se asentó en Ciudad de México por otros cinco años más. Allí montó fabulosas puestas en escenas, como El fantasma de Canterville (Óscar Wilde) y Bernarda Alba (Federico García Lorca); además de Tanto soñé de ti (que mostró en el festival cruceño en 2011) y Mujeres al viento.
En Colombia mostró La tina, Las sodas de Pablo Neruda y el monólogo Y yo, en medio de esto, ¿quién era? (historia basada en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez), que llevó por cuatro países. Eso de ‘quién era’ también se lo viene preguntando Sandra y es por eso que practica yoga y sigue explorando nuevos horizontes.
Con esta obra cumple 35 años de trayectoria artística (comenzó a los 15) y lo festeja en su tierra junto con Icha, esa anciana que le hace recordar a su bisabuela, esa mujer de algún pueblito andino que querrá encontrar respuestas. No verla, será un lamentable error
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