Saturday, October 24, 2015

Adolfo Mier Rivas, revela que no sigue ninguna religión y que tampoco va a la Iglesia

Adolfo Mier Rivas es como un globo que se rehúsa a desinflarse y busca más y más aire para mantener su consistencia. A pesar de sus 76 años, niega sentirse cansado y afirma que está más activo que nunca. Acude al gimnasio regularmente y controla su alimentación mediante la dieta del perro. “Esa donde comes una mitad de la comida y la otra parte se la das a tu mascota”, fundamenta.

Al creador de Chaplin Show le parece inconcebible que una persona tenga que jubilarse por su edad y más aún si tiene mucho para dar a la sociedad. Declara que ya dejó la tercera edad y ahora atraviesa una cuarta, llena de vitalidad y muchos proyectos a realizar.

El teatro de su vida
Firme y rumbo a sus 20 libros, Mier Rivas acaba de lanzar Una selfie al humor, la decimoséptima publicación que muy pronto cubrirá la vitrina de la librería Ateneo y se ofrecerá a Bs 120. En un poco más de 140 páginas y con el estilo peculiar del autor, esta obra resume el trabajo que Adolfo, Ernesto Ferrante y Hugo Daza han realizado en 30 años de Chaplin Show, el primer café concert de Bolivia.

Para Adolfo, no solo es eso. Va más allá. Significa entretenimiento y realización. “Todo lo que tiene el libro está relacionado con la historia del país, su realidad social, política y económica”, argumenta.
Reconoce que es muy “caótico” en administrar sus tiempos, porque en toda su vida siempre tuvo esa característica. “No cumplo los objetivos del día, primero porque escribo lo que tengo que hacer y segundo porque no sé dónde puse lo que escribí”, explica y prosigue: “Pierdo mi agenda y después me pongo a hacer otras cosas. Quizás no me alcanza el tiempo, porque ando buscando mis cosas”.
Es caótico, pero no tanto como Santa Cruz. “Mi caos está alimentado por el caos de la ciudad”, refuerza. “La ciudad es un pantalón de otra talla que la gente no se lo puede poner ni con vaselina ni con nada”, dice.
Para el caos, ¿la medicina es el humor? “Sí, pero no como una evasión, sino como un mensaje entre comillas de lo que somos”, responde. Durante 30 años Mier Rivas ha pretendido que la gente pueda reaccionar ante su realidad, pero no lo ha logrado y lo sabe. Eso no le preocupa ni lo entristece, lo hace reír.

Confesiones
Mier no cree en la vida después de la muerte ni tampoco en que el alma retorna a la Tierra para asustar a los vivos. Para él, la muerte es el punto final de la vida y ‘ahí se acabó el trámite’. No acude a ninguna Iglesia ni tampoco sigue una doctrina. “Soy ateo, pero tengo WhatsApp con el cielo”, sentencia.

Piensa que la religión es la responsable de los males del mundo y cita el caso de la guerra civil en Siria, donde los musulmanes matan en nombre de Dios. Respira hondo al saber que al menos Bolivia vive una paz general, después de la visita del papa Bergoglio. Agrega: “Ahora resulta que Evo es el primer católico del país, siendo marxista-leninista”.
Mier Rivas explica que como son cosas del espíritu, cada uno escarba la profundidad del corazón y puede escoger entre ser o no ser creyente. No condena los principios religiosos, pero señala que el mal radica cuando las religiones se organizan en partidos políticos, como sucede en Oriente Medio.

El también autor de Donde orinan las viejas y ¡Qué libro de Mier! tiene una formación católica, porque proviene de una familia católica. Sin embargo, cuenta que en secundaria estuvo en un colegio metodista que le hizo ver las cosas de otra manera. “Más que el viaje por la Biblia, aprendí principios éticos y morales, y a separar lo bueno de lo malo”, recuerda.

No cree que los 10 mandamientos sean los únicos lineamientos que el ser humano deba seguir en la vida. Incluso se hace llamar un poco budista, porque cree que Dios está en su interior y también puede hacer uso de su libre albedrío. Apunta: “No hay una secta dentro de mi espíritu que me diga cómo debo actuar”.

Entonces, ¿a qué le teme? Al desamor entre la gente y a que estalle la Tierra. “A que no tengamos una idea cabal de dónde vamos, destruyendo el planeta. Un día de estos la Madre Tierra se va a cansar y nos va a botar de su alojamiento. Nosotros, sus inquilinos, no vamos a tener dónde vivir”, concluye

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