El maestro Cirilo Yaca Émata es parte del patrimonio cultural viviente de San Ignacio de Moxos-Beni, el pueblo que lo vio nacer hace 82 años un 31 de julio de 1931, coincidiendo con la Ichapekene Piesta, que este año recibe oficialmente el título de patrimonio cultural intangible de la humanidad. Yaca es uno de los flauteros más cotizados en su pueblo natal, además de ser el autor de un centenar de melodías, algunas de ellas ya tienen letra escrita por otros compositores locales, entre ellos Eduardo Velasco Rivero, como la conocida Machetero loco o La danza del triunfo, que ha sido llevada al disco por el grupo Cantoral Moxeño, en 2001.
Como todo ignaciano, Cirilo Yaca fue muy inquieto, lo que le permitió conocer los secretos de la tierra que lo vio nacer. Quedó huérfano siendo muy niño junto a su única hermana, Concepción, pues sus padres murieron de viruela a los pocos años de terminada la Guerra del Chaco, en la que participó su progenitor.
Los sonidos de la Chape Simena (Monte Grande o selva en moxeño-ignaciano) le despertaron la inspiración musical comenzando a construirse flautas de hojas de papaya, las cuales eran desechables pues al quedar secas se encogían y no podía sacarle las notas.
A los 12 años acompañaba con música su soledad en los largos viajes de 90 kilómetros desde San Ignacio hasta Trinidad llevando en carretón los productos para comercializar perteneciente a Faustino Zelada, el hombre que lo crio.
“Si me hubiera permitido ir a la escuela para aprender a leer y escribir le habría dicho papá Faustino”, anotó.
En el trayecto por montes, pampas, bajíos, lagunas y ríos iba sacando notas las cuales no olvidó nunca y de tanto persistir fue aprendiendo el arte del instrumento de viento que más tarde lo perfeccionaría, llegando a ser considerado un verdadero maestro. “A los 16 años encargué a una persona que me hiciera mi primera flauta de tacuara”, expresó el músico.
Bordeando los 20 años comenzó a tocar en una bombilla, que en Beni es una banda musical compuesta de flauta, bombo, caja y platillos, de la cual fue su impulsor. Combinaba sus tareas musicales con el trabajo de peón en el campo en las estancias El Paquiozal y El Carmen de Zelada, donde escogía los cueros de ternero o de zullos (feto vacuno) para la caja y el bombo de su conjunto.
Luego de ahorrar dinero en sus faenas estancieras se hizo de su propia bombilla, la cual fue muy cotizada.
Aporte
Contando con 40 años, en 1971, y por su destreza musical comprobada, Yaca se comprometió para ser el músico principal con el conjunto de los macheteros o chiripieruana, logrando un sitial que nadie le quitó hasta su alejamiento por motivos de salud cuatro décadas después.
Su primera actividad con el grupo fue la participación en un festival folclórico en Trinidad, donde hizo conocer su arte. Con esta agrupación folclórica, que es la más representativa de las danzas moxeñas, Yaca viajó al interior y exterior del país como México, en los años 80.
Repertorio
Lo preocupante es que nadie se ha interesado en resguardar sus creaciones musicales, peor aún obtener el respaldo de alguna institución para darle el apoyo para cobrar las regalías por la ejecución de sus obras.
“Hace varios años me entrevistó Rubén Poma, del programa Jenecherú, y me grabó tres temas, entre ellos Machetero loco”, expresó.
Entre las melodías más requeridas por el público ignaciano están Mahulurupi, Se acabó la fiesta, Seguaqui (Palo ensebao), Titzi muiriha (Vestido rojo), Huana quererepi, Tamuto yati, Catino ju’e (Me duele la barriga) y Choclito.
Su arte
Para el maestro Yaca el mejor material para hacer una flauta es la tacuara, la cual está desapareciendo de los montes moxeños. “Se le hace seis huecos y un soplador y las notas comienzan a aflorar”, dijo.
Ahora, solo por diversión y cuando encuentra tacuara talla flautas y las vende en Bs 100, las cuales son muy cotizadas por llevar el sello del más grande flautero de las llanuras moxeñas.
Ingratitud
Con el peso de los años sobre sus hombros y retirado de la música debido a una dolencia cardiaca, Yaca espera el reconocimiento de su gente.
“En mi pueblo jamás me dieron un incentivo, peor aún de parte de los dos últimos alcaldes de San Ignacio que son indígenas”, expresó.
A sus dolencias se suma la preocupación porque su poco patrimonio, una chacra de 60 hectáreas, le ha sido reducido a solo 16 por la invasión de algunos de sus colindantes.
Pero, un primer homenaje se lo dieron el 7 de julio en la cuarta versión del festival de la bombilla, que llevó su nombre. “Estamos procurando para que el evento se denomine Cirilo Yaca Émata para siempre”, anotó el organizador Arturo Casanovas
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