Sunday, August 31, 2014

Ellos son responsables del éxito de la escuela de teatro


En el marco de los festejos por los 10 años de la Escuela Nacional de Teatro, el miércoles, la institución entregó reconocimientos a tres personalidades por su trabajo en favor del de-sarrollo del teatro y específicamente de la escuela. Marcelo Araúz, Hugo Francisquini Correa, y Muriel Roland. Se llevaron estos galardones en un acto que sirvió como preámbulo a la presentación de la obra Otelo, dirigida por Antonio Díaz-Florián, en una adaptación de la historia, narrada por William Shakespeare.

El director de la escuela, Marcos Malavia, indicó que los reconocimientos son totalmente merecidos, puesto que se trata de personas que han sido fundamentales en la creación de la escuela, además de responsables por la vitalidad del teatro local. “Hugo Francisquini fue uno de los primeros hombres de teatro de Santa Cruz que estuvo conmigo desde los inicios, cuando no había muchas condiciones para trabajar. La piscina estaba sin agua, había que estar ahí y Hugo estuvo para sumarse a este proyecto”.
“A don Marcelo lo llamamos el padrino de la escuela. Siempre estuvo muy cerca de los alumnos y ha permitido que los chicos de provincia puedan venir a estudiar acá. Finalmente, Muriel es cofundadora de la escuela, ella estuvo en el primer taller de actuación. Tiene tanto apego a la escuela que sus vacaciones de verano las pasa acá, trabajando”, expresó el actor y dramaturgo.
Malavia también resaltó a otras personas e instituciones que han brindado un apoyo importante, entre ellas se encuentran APAC, Repsol y el exrector de la UCB Jorge Ibarnegaray, además de todo el personal administrativo, docente y a los alumnos de la escuela, que la han engrandecido.

Labor conjunta
Amassunu se convirtió en el primer elenco estable de Santa Cruz, con alumnos surgidos de la Escuela Nacional de Teatro, grupo de trabajo que recibe sueldo por su trabajo. Todo ello representa el alcance que ha tenido la labor de la institución, que desde su creación tuvo el apoyo del proyecto Hombres Nuevos.
Son más de 300 personas, bolivianas y extranjeras, las que han pasado hasta ahora por sus aulas, ubicadas en el Plan Tres Mil. Son 120 egresados que se encargan de nutrir el teatro de Bolivia.
“Los frutos del trabajo se están viendo en la cartelera teatral de la ciudad. Hace 10 años se tenía una obra o dos por mes, a veces ni eso siquiera; ahora tienes obras todos los fines de semana. Es esta generación de elencos, como Carne de cañón, Vértigo, El Baúl, que nos engrandecen, porque lo que nos interesa es formar equipos”, añadió Malavia

LOS DISTINGUIDOS

Marcelo Araúz
Gestor cultural
Un hombre de la cultura
Marcelo Araúz Lavadenz es un mecenas de la cultura boliviana. Fue director de la Casa de la Cultura, también ejerció como viceministro de Cultura, es fundador de la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC), en cuyo seno ejerció como director. Tuvo a su cargo las direcciones de los dos principales eventos artísticos que gestó la APAC, como el Festival Internacional de Teatro.

Hugo Francisquini
Actor, director
Personaje de las tablas
Ha sido uno de los protagonistas centrales de la movida teatral cruceña en los últimos 30 años. Actor, director, productor y docente, ha formado parte de una gran cantidad de obras y elencos teatrales. Ha sido responsable de la plataforma de teatro boliviano del Festival Internacional de Teatro. Recibió el título Maestro de las Artes por parte del Ministerio de Educación.

Muriel Roland
Actriz, cantante, dramaturga
Orientación pedagógica
Cofundadora de la Escuela Nacional de Teatro, Roland estudió en la Escuela Internacional de Mimo Marcel Marceau, de la que se graduó en 1986. Siguió una formación rigurosa en canto lírico y en el trabajo energético chino. Trabajó en la compañía de mimo el Théâtre de la Sphère. También colabora con el centro de investigación en el movimiento en Oeil du Silenc.

ANÁLISIS

Okinawa, en el corazón
Ricardo Serrano - EDITOR
Un final de apoteosis la danza hatomabushi, que, según el programa repartido en la función, es una obra maestra de baile para varones. Me refiero al espectáculo Canciones y bailes de Okinawa, ofrecido el martes por el Teatro Nacional de Okinawa en el Centro Social Japonés.

La danza pertenece al estilo de Zo-Odori, algo parecido al que se baila anualmente en el centro y que conocíamos como el festival del Bon-Odori, el cual inmediatamente generó que las señoras de la colonia acompañen el baile en la sala, mientras nosotros aplaudíamos con manos y corazón. La gira del grupo, dirigido por Michihiko Kakazu, comprende países del cono sur de América. Cierto que en Brasil y Perú hay colonias japonesas, pero la mayoría de muchas generaciones atrás y, en muchos casos, ya con distancias a la cultura y ética japonesa, como las del nordeste boliviano, algo que no sucede con la Colonia Okinawa, que apenas cuenta con 60 años y tiene colonos de primera generación.

Conversando con japoneses de otras regiones, me contaban que hasta el idioma tiene muchas diferencias y no pudieron entender todo el saludo de Kakazu. Gracias a esta visita nos enteramos que Okinawa fue el reino de Ryukiu durante 450 años, hasta 1879, y mantuvo una cultura diferente y con mucha influencia china.
Todo eso me hizo pensar que la colonia Okinawa es mucha cosa. No solo porque ella y la de San Juan producen casi el 10% de los alimentos del país, sino porque nos permitió tener excepcionales amigos, con una ética incomparable, además de su comida, su cordialidad y sus fiestas. Si el espíritu de un estado pluricultural fuese la ciudadanía y no el origen, lo lógico sería que los japoneses de las colonias y los menonitas tengan representación hasta en mayor grado por sus méritos de producción


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