Artista. Su nombre es referente en el mundo de la danza en Bolivia, es hondureña pero con corazón cruceño. Está preparando los festejos de las bodas de plata de Bellart. Habla de las dos veces que luchó contra el cáncer y de sus victorias
Redacción - Aida Domínguez Pedraza - Fotos: Gabriel Deheza
La enfermedad congénita con la que arribó al mundo (pie equino varo), orientó sus pasos hacia la danza. Llegó a utilizar aparatos correctivos como los niños con poliomielitis, hasta que un ortopedista le dijo a su madre algo que cambiaría su vida para siempre: el único ejercicio y disciplina que trabaja los huesos desde la cadera es el ballet.
Desde los tres años este baile se convirtió en una disciplina de vida, que motivó su pasión por la danza clásica. “Estudié ballet durante 19 años y lo dejé cuando me fui a Estados Unidos a seguir la carrera de Administración de Empresas en la universidad de Louisiana”, rememora bien acomodada en su escritorio, con el cabello perfectamente peinado y el maquillaje prolijo. Aunque en sus vacaciones siempre estaba estudiando algo relacionado con la danza, como coreografía, vestuario y luminotecnia, porque su pasión era incontenible.
Indudablemente el nombre de esta dama, es un referente en el mundo cultural en Bolivia. Está a punto de celebrar los veinticinco años de la academia y compañía de danza Bellart, su creación, fuente de inspiración y mayor emprendimiento.
Más de cuatro décadas bailando. ¿En qué momento hace una pausa?
Siempre he luchado por contribuir a que el arte de la danza sea respetado como tal, por ello creé Bellart, para experimentar con libertad, con mi propio lenguaje, expresando mi verdad emocional. Por eso, siempre estoy bailando, aunque ya no lo haga con los pies, lo hago con el alma.
Ahora dirijo y superviso los ensayos de la compañía y de la academia, pero no dejo de bailar, a pesar que tengo una dolencia en una pierna a raíz de una cirugía.
Ha tenido que sortear muchas enfermedades desde muy chiquita. ¿Cómo superó esas pruebas?
Primero la afección de mis pies que logré corregir con la ayuda y constancia de mi madre; ¿quién se podría imaginar que con el tiempo esa dolencia me abrió las puertas de la danza de par en par y descubrí un universo maravilloso? También se puede decir que soy una sobreviviente del cáncer, en dos ocasiones intentó eliminarme, pero me sobrepuse y aquí estoy con muchos proyectos aún en la cabeza.
¿Cómo una hondureña llega a Santa Cruz y se convierte en una mujer reconocida en el ámbito cultural?
Me casé con un boliviano y me trajo acá, tuve a mis dos hijos que son mi mayor orgullo. Mi heredera y seguidora es Paola (22), que está a punto de graduarse como maestra de danza en Chile y Gustavo (13) que es mi compañero, porque me divorcié hace muchos años. Mi hijo está interesado en otros aspectos relacionados con este oficio: la música, el sonido, el montaje. Por ello creo que se complementarán perfectamente con su hermana cuando hereden mi gran proyecto como es Bellart.
¿Cómo nace la academia?
Nació al año que llegué a Santa Cruz, en junio de 1990, por ello ya estamos preparando los festejos de las bodas de plata. Sentí la necesidad de hacer lo que más me gustaba, empecé enseñando inglés en el CBA y al ver a las niñas haciendo ballet me animó a crear la academia y luego la compañía de danza. No estamos aquí de la noche a la mañana, hemos crecido de a poco hasta consolidar un espacio propio.
¿Ha formado maestros de danza?
Hemos tenido alumnos sobresalientes que han tomado la danza como una carrera, tienen buena técnica que ha llegado a ser ponderada en el exterior y eso me llena de satisfacción. Hay grandes talentos que se han formado en nuestra academia que siempre busca la perfección, como dice nuestro eslogan.
¿Es cierto que los varones son becados en Bellart?
Siempre, y con beca completa, hasta el vestuario. Para incentivar a los niños y jóvenes a desarrollar el amor por la danza clásica y fomentar la cultura en el país.
¿Qué papel juegan las madres en el rol de bailarinas que eligen sus hijas, según su percepción?
Es vital el papel de la mamá para motivar a su hija que tiene aptitudes para la danza, debe apoyarla y acompañarla a que se desarrolle en diversas modalidades, hasta que descubra lo que más le agrada. Entre más campos abarquen mejor para ellas.
¿Hay madres que obligan a sus niñas a bailar porque tal vez se proyectan a través de ellas?
Hay muchos casos y situaciones, pero nadie obliga a nadie, para las que es un entretenimiento es solo eso y pasa pronto, pero para las que es una pasión, le contagian a su madre y viceversa.
En más de dos décadas Grysell alcanzó una popularidad inconfundible por su constancia y madurez creativa que se refleja en los espectáculos de danza que monta la compañía Bellart.
Dicen que nadie es profeta en su tierra y Grysell es un ejemplo. Sus mayores logros los ha conseguido en Bolivia, aunque ya un diario hondureño la descubrió hace dos años y la calificó como ‘orgullo nacional’. Así mismo, se puede decir que ha formado a muchas niñas a las que la danza, como a ella, les ha cambiado la vida
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